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RESUMEN
Ante las avasalladoras fuerzas del mercado y de los convenios
multilaterales o bilaterales, en el marco de una economía global
se hace imprescindible analizar nuestro modelo de producción
agrícola con el fin de replantearlo para insertarlo sin mayores
traumatismos en ese escenario internacional. De allí que sea
conveniente interrogarnos qué debemos producir y cómo
producir, conciliando productividad, rentabilidad, competitividad y
equidad. Lo que pone en consideración, igualmente, el desarrollo
de un sistema de producción agrícola sostenible; es
decir, cómo aprovechar (no explotar) nuestra abundante
biodiversidad para la satisfacción de las necesidades
alimentarias de los colombianos y, dar valor agregado a los productos
de exportación mediante procesos de
agroindustrialización. Aceptando que los recursos naturales son
finitos y que algunos ecosistemas, además de ser demasiado
frágiles, son deteriorados progresivamente por una
contaminación ambiental creciente.
PALABRAS
CLAVE
sostenibilidad, recursos naturales, producción agropecuaria,
agroindustria, ruralidad.
ABSTRACT
In the
context of a global economy, and face to devastating market forces and
multilateral and bilateral agreements, it is imperative to analyze our
agricultural model of production in order to redefine it and insert it
without major traumatisms in this new international scenario. Thus, it
is convenient to ask ourselves about what we have to produce and how to
do it, conciliating productivity, profitability, competitiveness and
equity. This also concerns the development of a sustainable
agricultural system. That is, how to benefit (not exploiting) from our
enormous biodiversity to meet alimentary needs of the Colombian
population and, give more add value to export products through
agro-industrial processes. We have to accept that natural resources are
finite and some ecosystems besides being very fragile are constantly
deteriorated by an increasing environmental pollution.
KEYWORDRS
Sustainability, natural resources, agricultural production,
agro-industry, rural nature.
1.
INTRODUCCÓN
La Colombia rural, cuya economía estaba basada exclusivamente en
el sector agropecuario, se ha transformado gradualmente, y no por ello
ha dejado de ocupar un lugar importante en el desarrollo del
país y de su economía; este espacio rural que a su vez es
el escenario de un agudo conflicto social y armado. A pesar de ello,
para la economía colombiana la producción
agropecuaria-agroindustrial dedicada a las exportaciones es de gran
importancia, considerando los volúmenes totales de
exportación, la generación de divisas y sus efectos sobre
el bienestar o malestar social y distribución del ingreso;
así mismo, en su participación en términos del
PIB; igualmente, es evidente reconocer su capacidad para satisfacer las
demandas de alimentos del país, dentro del concepto de
autosuficiencia y seguridad alimentaria. Por tanto, el limitado
desarrollo del país y el menoscabo de las actividades
agropecuarias-forestales-agroindustriales resultan un contrasentido,
dados los inmensos recursos naturales disponibles (petróleo,
carbón, gas, biomasa, suelos, costas, aguas, etc.).
Según Cadena (1993), Colombia y los responsables de la
política agropecuaria y rural, incluida la universidad,
deberán encontrar nuevos subsectores, productos y nichos de
mercado generadores de empleo y oportunidades de actividades y negocios
en el espacio rural en el marco de autosuficiencia, seguridad
agroalimentaria, de competitividad y productividad; y, a la vez,
deberán ajustar el deprimido subsector cafetero y la
política a las nuevas condiciones del mercado mundial, sin
desproteger a los pequeños productores. Esta búsqueda es
prioritaria ante la urgencia de ofrecer alternativas productivas
eficientes a los cultivadores de alucinógenos (coca, amapola,
marihuana), como condición para sustituir cultivos y fortalecer
los procesos de negociación de la guerra y aportar a una paz
permanente.
Ante la disyuntiva de desarrollo de un sistema de producción
agrícola sostenible, se requiere definir qué debemos
producir y cómo producir, conciliando productividad,
rentabilidad, competitividad y equidad, aceptando inicialmente que los
recursos naturales son finitos y que algunos ecosistemas son demasiado
frágiles deteriorados progresivamente por una
contaminación ambiental, también creciente. La ola de la
informática y de la globalización de la economía
podrían ser los catalizadores para acelerar o desacelerar este
proceso. Esta forma de producción es el equilibrio entre el
crecimiento económico, la equidad en oportunidades y el uso
eficiente de los recursos naturales.
2. ¿QUE SE DEBE
PRODUCIR ?
Sin reflexionar demasiado se podría afirmar que el derrotero
esta señalado por los productos que señale el mercado y
que permitan el máximo beneficio económico. Aceptar esta
afirmación conduce a reconocer, igualmente, otra crisis generada
por los cultivos ilícitos y la cadena de narcotráfico de
allí derivada. Debemos hacer una reflexión más
sensata y aceptar que no todo lo bueno para el mercado es bueno para la
sociedad. Dentro de la sensatez del mercado es válido
negociar la vida. Se requiere, entonces, empezar por investigar
cuál o cuáles son nuestras ventajas. Lo primero es
reconocer nuestra debilidad social en cuanto a los niveles
nutricionales de la población y los millones de pobres.
Con base en estadísticas confiables la respuesta sería
producir los productos necesarios para garantizar la nutrición
adecuada, en cantidad y calidad, de los colombianos. Validar esta
propuesta significa un reto y compromiso de la universidad con el
futuro de los colombianos. La diversidad y la calidad de productos para
resolver esta situación hacen pensar en la generosidad de la
naturaleza colombiana y con un medio natural caracterizado por su
biodiversidad. No debe interpretarse que se desestimen los productos
con vocación exportadora, que expresen capacidad
competitiva en los mercados externos.
Ante la relativa abundancia y generosidad de la naturaleza “una nueva
economía comienza a abrirse paso en el espacio rural como
reconocimiento de las actividades de producción de servicios
ambientales: agua, suelo, aire y biodiversidad, que tienen un costo de
oportunidad para su generación y conservación y se
convierten en una promisoria actividad económica para los
productores rurales. Perico-Echeverry (1998) comenta que actualmente se
ha comenzado a valorar los planes de manejo ambiental y
mitigación y en menor medida por el reconocimiento de tasas por
utilización de estos servicios ambientales”.
Para aprovechar esta biodiversidad y estas nuevas actividades se
requiere identificar:
. Las
especies que deben ser estudiadas
. Los limitantes
existentes para su producción
. La capacidad
nacional para la generación del cono cimiento
requerido
. Qué recursos
deben ser protegidos
. La
disponibilidad de recursos económicos
Para determinar las especies por estudiar, Perico-Echeverry, (1998)
menciona que se deben tener en cuenta los siguientes criterios:
. Su utilidad
como especie alimenticia,
medicinal, industrial o maderera.
. Su mercado actual y
potencial.
. Su potencial
como especie preservadora del equili brio ambiental
(conservación
de suelos y agua).
. Para determinar los
limitantes de su producción, se deben realizar estudios
de reconocimiento y
comportamiento de las especies en diferentes zonas
agroecológicas
(2).
Con esta mirada, es conveniente resaltar algunos procesos, productos y
cultivos demandados, de gran importancia económica, que
permitirían dar nuevas oportunidades a los productores del campo
y ampliar la oferta agroindustrial; éstos son:
. Uso integral de
frutas de producción estacional.
. Extracción de
aceites esenciales a partir de plantas aromáticas.
. Producción de
colorantes naturales.
. Procesamiento de
productos farináceos no convencionales.
. Utilización
de desechos agroindustriales para la producción de otras materias
primas y/o
combustibles.
La biodiversidad permite sustentar proyectos productivos que cumplan
con mayor eficiencia técnica, energética,
económica y social.
3. Economía
campesina y seguridad alimentaria
Las actividades de producción de alimentos por pequeños y
medianos productores, integrada con los diferentes principios de
sostenibilidad, y en función de las especificidades ambientales
de su entorno, se constituyen de hecho en una alternativa de desarrollo
y de producción, de significación económica y
socia,l y uno de los caminos para garantizar un adecuado abastecimiento
y distribución de alimentos, elementos fundamentales de la
seguridad alimentaria.
Por lo tanto, es legítima la convivencia de diferentes sistemas
de producción en el escenario rural. En ese sentido la
existencia en el sector rural de formas de producción
tradicionales, estrechamente ligadas a la cultura y a los valores de la
población campesina, obliga a reconocer que una productividad
aceptable, acompañada de niveles de educación y
capacitación acordes con el desarrollo, se debe fortalecer para
producir mejoras sustanciales en la calidad de vida de las comunidades,
aun sin estar sujetas a los criterios de competitividad exigidos por
los mercados, tanto nacionales como internacionales. La Misión
Rural (1998) anota que esas formas de producción no se
contraponen a la existencia de una economía agrícola
altamente tecnificada y competitiva, sino que, por el contrario,
podrían ser consideradas alternativas es claro que los problemas
de la economía campesina y sus soluciones están
relacionados con las características regionales; en este sentido
la agenda busca identificar, según el diagnóstico
regional, una estrategia que facilite el desarrollo de ese tipo de
economía.
Lo anterior es señalado por Ramírez (1999), citando a
Valderrama y Mondragón: “Partiendo de una visión
global de la economía campesina, sin entrar en el detalle,
se tendrá que fijar la primera observación en el conjunto
agrícola y pecuario no sólo como la base del sustento
rural, sino que la misma cotidianidad muestre la complementariedad de
ambos, desarrollando interacciones no únicamente productivas
sino sociales, culturales, políticas y educativas, que llevan a
señalar que en la mayoría de los casos el campesino no
separa la tenencia de animales de la posibilidad de cultivar,
generando, procesos de ventas o canjes con otros agricultores.
Es tal vez el desconocimiento de lo que representa el pequeño
productor en la economía del país, lo que lleva a
cuestionamientos referentes a la viabilidad del trabajo campesino,
refiriéndose a si la agricultura de menor escala es eficiente en
el contexto del mercado, es decir, si es posible competir con formas de
producción de mayor tamaño, mayor
tecnificación y con mayor capital; e inclusive se observa
que es difícil concebir una ganadería campesina
competitiva desde regiones lideradas por grandes explotaciones
extensivas, hasta donde se presentan producciones pequeñas
opacadas por la gran inversión de tierras a cultivos
agrícolas específicos. Pese a la aparente o real
indiferencia de las minorías productivas, frente a una
producción agropecuaria que conlleve a importantes ingresos
económicos, y a una alta calidad competitiva, nace una
controversia centrada especialmente en si la agricultura colombiana
debe estar basada en agricultura comercial o pequeñas unidades
campesinas. En esta controversia se llega a sostener que la existencia
de formas de producción como la economía campesina es un
obstáculo a la modernización del país.
No se pretende negar la participación de las producciones en
gran escala ni el desarrollo del capitalismo en el campo; es
más, algunas de las dificultades por las que pasa el sector
agropecuario son producto de un menor vigor en la circulación
del capital y de los otros factores de la producción (mano de
obra calificada, tierra y conocimientos), en las diversas actividades
económicas que tienen como escenario el sector rural. Una
agricultura empresarial no sólo puede estar orientada a mejorar
indicadores macroeconómicos, a exportar para generar divisas,
sino que debe contribuir a mejorar la distribución del ingreso y
del empleo. La reclamación para los cultivos de pan coger y de
pequeños productores es también una alternativa
productiva socialmente benéfica y no se contrapone a la moderna
agricultura empresarial. De no realizar estos aportes, serían
otros indicadores, contrarios al desarrollo y a la justicia, los que
prevalecerían, con la consecuente agudización de los
conflictos sociales y productivos.
Lo anterior nos remite a la discusión, vigente en Colombia y
América Latina, sobre la eficiencia diferencial entre
pequeños y grandes productores o proyectos productivos. Por una
parte se piensa que la actividad económica rural debe partir de
economías en escala suficientemente grandes y que la
incorporación de la población rural a esos procesos
económicos debe darse vía salario, generando mercados
laborales modernos para la mayor parte de la población rural; la
posición opuesta habla de la defensa de las pequeñas
unidades productivas por su flexibilidad y capacidad de
adaptación de los procesos de transformación
económica» (Cortés-Marín, 1996). Sin
pretender saldar esta polémica, lo importante es reconocer que
existen diferentes caminos para lograr los objetivos de desarrollo
económico y humano, donde el mercado y la intervención
del Estado no compitan ni se obstruyan, sino más bien se
complemente.
En el nuevo entorno económico-productivo, las economías
campesinas también están obligadas a diversificar
cultivos, procesos y productos con mayor valor agregado, para mejorar o
encontrar modelos agrícolas-pecuarios-agroindustriales que sean
eficientes en el uso de la energía y de los recursos
disponibles, económicamente viables, socialmente aceptados y,
además, técnicamente apropiados, que no degraden el medio
ambiente. Se demanda, entonces, aportar a la formulación de un
modelo de desarrollo productivo, en el marco de la competitividad,
sostenibilidad, autosuficiencia y seguridad alimentaria, que brinde la
adecuada protección a la producción nacional, que no
puede competir internacionalmente.
Así mismo, surgen nuevas demandas de la población,
relacionadas con los recursos que existen en el medio rural (medio
ambiente, recreación, recursos naturales, etc.). Esta
diversificación de actividades productivas en el sector rural
puede repercutir directamente en muchos otros sectores de la
economía y lograr representar nuevas oportunidades de desarrollo
de las comunidades rurales.
En la búsqueda de soluciones y resaltando la importancia del
mercado interno, Posada y Vargas (1997) plantean que frente al problema
del desempleo, especialmente cuando ha sido inducido desde el poder
público, surge la fórmula de subsidiarlo sin considerar
su costo fiscal. Más lógico parece agotar primero el
recurso de generar empleo. Toca a los ciudadanos reivindicar el derecho
y el deber de alimentarse por sí mismos.
Esta aparente eficaz receta reportaría altos beneficios sociales
en el campo, si paralelamente el Estado se comprometiera con una eficaz
política de reforma agraria y protección de la vida
como mínimas garantías para la producción y
para impedir la migración y los desplazamientos forzados.
4. ¿Cómo
producir?
Para aliviar la presión sobre los ecosistemas es necesario
trabajar en dos vías: incremento de la productividad de las
actuales unidades de producción y cambio de los patrones
alimenticios. Se requiere de soluciones globales en que
interactúen, por un lado, el hombre, la naturaleza y la
técnica y, por el otro, la economía, la ecología y
la tecnología. El énfasis en producir según las
directrices del mercado, sin ningún control social, ha permitido
que proliferen procesos arbitrarios, incluidos los productos
prohibidos. Lo fundamental es hacer un ejercicio productivo que permita
la utilización y desarrollo de los recursos naturales, para
beneficio de la sociedad actual y que genere excedentes sociales y
económicos que garanticen la supervivencia de las generaciones
futuras.
Para Posada y Vargas (1997), la teoría económica
convencional nos ha acostumbrado a concebir la tierra como un recurso,
cuando en realidad es mucho más que eso; es una condición
necesaria para toda actividad económica y para la vida en
general. En la práctica, con una nueva caracterización y
tratamiento de la tierra en función de la producción de
los recursos naturales, será posible resolver muchas de
las inconsistencias inherentes a dicha función y se
reconocerá su papel de generadora de recursos ambientales
indispensables para la vida. Sólo a partir de considerar la
tierra desde una perspectiva cualitativa es posible entender que ella
es el soporte de actividades específicas diferentes: distintas
opciones agropecuarias - forestales, mineras, turísticas, entre
otras.
5. Desarrollo
sostenible de las actividades productivas agropecuarias
La preocupación creciente por el medio ambiente y por la
cantidad menguante (per- cápita) de los recursos tierra y agua y
su degradación requiere consideraciones especiales con el
propósito de formular alternativas de producción
agropecuaria y agroindustrial. Con el fin de resolver esta
situación la FAO plantea los siguientes interrogantes
(FAO,1996). “¿En qué medida pueden la limitación
de recursos y los imperativos ecológicos condicionar las
perspectivas de aumento de los suministros alimentarios y de
garantía de alimentos para todos, lo que es la esencia misma de
la seguridad alimentaria? ¿Puede lograrse este proceso
asegurando al mismo tiempo que los adelantos realizados y el potencial
de los nuevos adelantos se mantendrán para las generaciones
futuras, lo que es la esencia de la sostenibilidad?”
Reconociendo lo expresado por González-Sanchez (1997), que el
desarrollo sostenible involucra dimensiones económicas,
ecológicas y sociales estas tres dimensiones son conflictivas
entre sí en los diferentes horizontes temporales; no se pueden
optimizar las tres, pero siempre se debe pretender maximizar, hasta
donde sea posible, su equilibrio.
Es evidente que un desarrollo basado en el agotamiento de los recursos
naturales conduce a la escasez; de allí se deriva que la
sostenibilidad implica desarrollo a partir de una eficiente
utilización de estos recursos. Algunas voces, al equiparar
crecimiento sostenible con desarrollo sostenible, rescatan la
sustituibilidad entre capital producido por el hombre y el capital
natural, lo cual conduce a creer que el progreso técnico
podrá compensar la pérdida de recursos, lo cual es
altamente riesgoso; otra cosa es registrar que el desarrollo y la
innovación tecnológica deben contribuir eficazmente a
producir sin mayores impactos. Infortunadamente, una gran
proporción de la tecnología disponible está al
servicio del tratamiento y manejo de los problemas generados por una
producción no limpia, altamente contaminante y degradante.
Igualmente, es preocupante el hecho de que algunos procesos sean
eficientes sólo al final de su cadena productiva, eclipsando una
cadena de ineficiencias y de insostenibilidad; por ejemplo, la
producción azucarera, los productos cárnicos y los
derivados lácteos, en los cuales se presenta un producto final,
pero con muchos excedentes que pueden ser reutilizados. Las actividades
agrícola, pecuaria, pesquera, forestal y agroindustrial, como
sistemas productivos, cuentan con tres fases básicas:(i) unas de
fuentes de insumos, los recursos naturales;(ii) un producto que se
obtiene y se coloca en el mercado, con los procesos que ello implica; y
un mercado, el consumidor final.
Estos sistemas productivos no son necesariamente incompatibles con la
protección de los recursos naturales. De hecho, por su
carácter primario, la actividad agropecuaria mantiene una
íntima relación con la base de recursos naturales y no se
concibe sin ella. Lo que sí requiere esta relación es un
permanente equilibrio, tanto en las fases de sistema como en su ciclo
energético y de materiales. El ceder precisamente en estos
aspectos ha desbalanceado la relación insumo-producto,
dándole en la actualidad características de insostenibles.
La velocidad con que se han venido extrayendo los recursos naturales
sobrepasa su capacidad natural de recuperación, en algunos casos
con carácter irreversible o afectándolos en
términos de calidad y cantidad. Es necesario, entonces, moderar
la presión económica sobre el ambiente e igualmente
reconocer el valor de los servicios que presta el capital natural. El
creciente exceso de consumo y la superpoblación, complementarios
de la mala distribución de los recursos, han traído como
resultado deterioro y degradación de los ecosistemas. Se pesca
en exceso en ríos y mares, se extrae demasiada agua para la
agricultura y se talan más bosques.
Las diferencias de manejo y conservación de los recursos
naturales presentes en algunas zonas del país no sólo
pueden explicarse por la presión demográfica y la
colonización inducida sino que son el resultado del grado de
desarrollo económico, de su modelo, y de las políticas
agropecuarias y forestales. Los procesos de producción,
transformación y comercialización han puesto en
evidencia, por una parte, el uso inadecuado de los recursos y de los
factores movilizadores de la producción como la
tecnología, el crédito, la propiedad de la tierra y, por
otra, el derroche y desperdicio de los recursos, fruto de una
valoración inadecuada.
Las presiones del mercado, creadas por el incremento de la
población y por los patrones y niveles de consumo establecido,
así como por la necesidad de penetrar y mantenerse en los
mercados más rentables, han exigido incrementos de la
productividad sin contemplaciones de índole ambiental.
Estas características de los procesos productivos agropecuarios
no solamente han provocado impactos negativos sobre el medio ambiente,
sino que han hecho subestimar prácticas favorables, causado por
una visión inmediatista no sostenible y no competitiva en el
mediano y largo plazo.
Los caminos en pro del desarrollo también los trazan
lúcidamente Manfred y Hopenhay (2000), cuando indican: ”El
desarrollo a escala humana no excluye metas convencionales como
crecimiento económico, para que todas las personas puedan tener
acceso digno a unos bienes y servicios.” Sin embargo, la
diferencia respecto de los estilos dominantes radica en concentrar las
metas del desarrollo en el proceso mismo del desarrollo. En otras
palabras, que las necesidades humanas fundamentales pueden comenzar a
realizarse desde el comienzo y durante todo el proceso de desarrollo; o
sea, que la realización de las necesidades no sea la meta, sino
el motor de desarrollo mismo. Ello se logra en la medida en que la
estrategia de desarrollo sea capaz de estimular permanentemente la
generación de satisfactores sinérgicos. Enfocar el
desarrollo en los términos aquí propuestos implica un
cambio de la racionalidad económica actual, como lo plantearon
Manfred y Hopenhay(2000).
Aprovechamiento sostenible de los
recursos naturales
La producción agropecuaria se
hace sobre la base de los siguientes recursos naturales: agua y suelo,
recursos genéticos, forestales, hidrobiológicos y
energéticos. El agua y el suelo son los recursos más
valiosos y fundamentales en la producción agropecuaria-forestal
y garantía de cualquier actividad humana. Mantener suelos
fértiles y con disponibilidad de agua es una ventaja competitiva
en el sector agropecuario; por lo tanto, éste debe ser un
principio de política. En este sentido, es necesario
diseñar y poner en marcha acciones orientadas a proteger las
fuentes del recurso agua, mantener la cantidad y calidad de los
recursos y cuerpos de agua y garantizar el acceso equitativo de la
población rural.
El proceso de adecuación de tierras con el objeto de
proveer riego y drenaje a las áreas productivas es un
factor indispensable en la búsqueda de eficiencia y
competitividad. Sin embargo, el riego y el drenaje pueden causar
impactos indeseables si no se planifican adecuadamente; en tal caso,
las consecuencias serán pérdida progresiva del suelo
(erosión), el lavado del suelo con consecuencias de
salinización y la pérdida de fertilidad.
El manejo eficiente de los recursos y la minimización de
desechos contaminantes son exigencias tanto de las autoridades
ambientales como de los mercados internacionales y las comunidades
vecinas. Estas exigencias ambientales son hoy características
del nuevo escenario competitivo y productivo.
Para ilustrar esta visión y preocupación por el
creciente deterioro de los recursos naturales y las necesidades de su
aprovechamiento, según Chaparro et al., (1997), el desarrollo
sostenible deber ser un proceso de cambio que permita la
satisfacción de las necesidades humanas sin comprometer la base
misma del desarrollo, es decir, el medio ambiente. En este proceso se
persigue, como objetivo general, lograr un desarrollo equitativo en lo
económico, participativo y justo en lo social, eficiente en lo
tecnológico y, finalmente, que se use, mejore y conserve el
medio ambiente.
Para que esto sea posible debe cumplir con
los siguientes requisitos:
.
En la parte económica: no enriqueser a un grupo en detrimento de
otro. Una
sociedad sostenible,
beneficia a todos los grupos sociales.
. En la parte
ecológica: no degradar la biodiversidad y la productividad
biológica de los
ecosistemas, ni los procesos ecológicos y sistemas vitales
esenciales.
. En la parte social:
política y cultural, incrementar la solidaridad, la
concertación,
la participación de todos los individuos y sectores, sumados a
la cooperación
internacional, son aspectos necesarios para lograr la
sostenibilidad.
. En la parte
tecnológica: aumentar la eficiencia en el manejo de los recursos
y la capacidad de
responder al cambio.
. La diversidad de sistemas
socioeconómicos, culturales, productivos y
ecológicos debe
considerarse como la clave de la adaptabilidad y no como un
impedimento para el
desarrollo.
6. Producción
agropecuaria limpia y eficiente
No sería justo ver todos los procesos característicos de
la producción agropecuaria como degradantes del medio ambiente,
ya que son muy variados, tanto en signo como en magnitud, los niveles
de impacto que ellos generan. Por tal razón, definir estrategias
ambientales específicas dependerá en buena medida de los
procesos productivos que se analicen. Sin embargo, sí es posible
dejar sentada una serie de principios aplicables a una
producción agropecuaria, pesquera, forestal y agroindustrial
limpia o de mínimo impacto y eficiente; para ello los sistemas
productivos deben:
. Estar adaptados a su
medio ambiente y ser económica, social y
culturalmente
aceptables.
. Cerrar el ciclo,
evitando la pérdida de
materiales y energía
y procurando
su reciclaje.
. Preservar la
biodiversidad.
. No intervenir los
sistemas más allá de su capacidad de recuperación.
. Sustituir los
recursos no renovables por renovables y maximizar la eficiencia
en su uso.
. Incrementar
calidades y cualidades de producto, en vez de cantidades.
. Desarrollar el uso
de subproductos.
. Evaluar impactos y
procurar disminuir los negativos.
7. Modelos alternativos de producción
El desarrollo de modelos y prácticas de producción que en
su concepción prevén la aplicación individual y
combinada de los principios de aprovechamiento y conservación de
los recursos naturales, debe ser objeto de una política de
sostenibilidad agropecuaria.
Por fortuna, existe una amplia gama de posibilidades, muchas de ellas
con resultados alentadores: granjas integrales, cultivos
múltiples, integrales y complementarios, sistemas
silvopastoriles y agroforestales, manejo de coberturas vegetales sobre
el suelo, fertilización con materia orgánica o abonos
verdes, selección de cultivos, rotación de cultivos,
siembra en franjas, curvas de nivel y terrazas, cercas vivas,
siembra y cosecha oportuna, compostaje, henificación y ensilaje,
manejo integrado de plagas, tracción animal, especies
promisorias (nuevas fuentes proteicas: animales, vegetales), uso de
formas alternas de energía, y otras, fruto del saber ancestral y
de los desarrollos tecnológicos modernos. Muchos de ellos
han sido y deben ser objeto de investigación, desarrollo,
transferencia, incorporación, incentivo y fomento como parte de
una política de desarrollo sostenible agropecuario y rural. Todo
lo anterior complementado con la visión de que los servicios
ambientales, producción de agua, O2, captación de CO2,
son una fuente de oportunidades para las comunidades rurales, sumados a
las crecientes actividades recreativas denominadas
ecoturismo.
8. Agricultura
orgánica
Con este rótulo se agrupan diversas concepciones de la
producción denominadas alternativas, las cuales han dado lugar a
múltiples escuelas. En el escenario de las agriculturas
alternativas, la ecológica se especializa en el sentido de que
retoma con independencia las connotaciones tecnológicas de la
llamada Revolución Verde, esencialmente en los aspectos
relativos a los agroquímicos, la mecánica, la
genética y la biotecnología, entre otros. Su desarrollo
ha evidenciado un amplio espectro de matices y tendencias, por su
esencia sostenible y la gran expansión y acogida de sus
productos, modificando los actuales hábitos de consumo; en
razón de esto, la agricultura ecológica está
llamada a ocupar un lugar importante dentro de la producción
y actividad económica.
Esta tarea de modelar nuevas alternativas productivas sostenibles debe
promoverse activamente a pesar de la tendencia para adaptar nuevos
modelos de producción y desarrollo; más aún,
cuando anteriores modelos como los que conformaron la Revolución
Verde se encuentran profundamente arraigados y mantienen una inercia
conceptual en las diferentes esferas. Paralelamente, la sensibilidad
que ha mostrado el sector al nuevo modelo de desarrollo
económico y a las históricas presiones que debe soportar
por aspectos como la propiedad de la tierra, la pobreza, la violencia
y, más recientemente, la narcoproducción, no sólo
dificulta el desarrollo de estrategias ambientales, sino que involucra
variables que han de tenerse en cuenta al momento de su diseño y
puesta en marcha.
Naturalmente, para dar una respuesta integral a esta situación,
se hace necesaria la identificación de una serie de factores que
obrarían como catalizadores o freno de un proceso que se aspira
dinamice las actividades rurales y agropecuarias. Factores como la
formación universitaria y los desarrollos
científico-tecnológicos deben ser involucrados.
9. Agroindustrializar
la producción agrícola-pecuaria-forestal y pesquera
La agroindustria es un medio básico para transformar productos
agrícolas frescos, para impulsar el sector manufacturero como
fuente de exportación, y una condición para la seguridad
alimentaria y nutricional. Este sector ha evolucionado hasta llegar en
nuestros días a concebirse como un proceso productivo de
transformación que abarca: la previsión de insumos,
bienes y servicios de la producción agropecuaria; el
procesamiento de los productos pecuarios y la distribución de
los mismos para el consumo final como bienes intermedios. En los
últimos años son de reconocimiento general los grandes
avances y desarrollos tecnológicos incorporados en algunas de
las actividades del sector, como las industrias lácteas y la de
cárnicos y, en especial, la avícola y porcícola,
las cuales han tenido un efecto directo sobre la industria de
concentrados para animales. Sin olvidar la industria panificadora y el
alto crecimiento de la de jugos con la base en frutas,
producción que compite con el agua y las bebidas gaseosas.
Es innegable el potencial de desarrollo de la agroindustria,
considerando no sólo la producción azucarera y cafetera,
sino que se deben ampliar a las actividades
hortofrutícolas, arrocera, palmera, bananera y la floricultura;
algunas de ellas consolidadas en los mercados internacionales, en la
medida que se cumpla con los exigentes estándares
internacionales. Así mismo, se podrá atender los
competidos mercados externos y ofertar productos de óptima
calidad para el consumo interno. Nuestro gran recurso, la
biodiversidad, justamente permitirá identificar y aprovechar
nuevos cultivos y productos como herbáceas industriales
(aromáticas, medicinales, cosméticas, madereras), frutas
de nuez o cáscara dura, forrajes y farináceas no
convencionales.
Es axiomático que los mejores rendimientos agrícolas y la
eficiencia industrial se han logrado con productos de
exportación (café, banano, flores, frutas) o, dicho de
otra manera, las exportaciones han sido el estímulo para el
progreso industrial. «La elaboración de productos
alimentarios y fibras vegetales constituye la cimentación de la
base industrial de la mayoría de los países. La
agroindustria desempeña un papel importante en las
economías de los países de bajos ingresos y desciende en
importancia a la mayor industrialización del país. La
transformación de alimentos no sólo representa una fuerza
reactiva, sino que también genera una demanda progresiva en el
sector agropecuario, por mayores y diferentes productos».
La interacción o articulación en cadena de la
producción campo-comercialización-agroindustria, a
través de «una planta transformadora puede ofrecer al
agricultor oportunidades de nuevos cultivos y, en consecuencia, elevar
el nivel de ingresos para la explotación agrícola. En
algunos casos ha permitido que las agriculturas de subsistencia y/o
alternativas puedan participar más activamente en el mercado.
Para algunos programas de desarrollo regional, la agroindustria ha
servido de justificación económica y social para la
realización de obras de infraestructura rural: vías,
centros de acopio, electrificación, cooperativas, etc.»
(Cortés-Marín, 1996). Al ocupar el centro de la cadena
agropecuaria la agroindustria, hace necesario examinar la
explotación agropecuaria como fuente de suministro de las
materias primas, y la salida de los productos elaborados, que se espera
tengan más demanda de parte de los consumidores. De hecho el
análisis de sistemas ayuda al diseño general y a la
ejecución de los proyectos agroindustriales; para ello, deben
examinarse tres acciones de operaciones de la agroindustria: la
adquisición de materias primas, la elaboración y la
comercialización.
En este sentido, los eslabonamientos hacia delante, que son los
más importantes, se concretan en las cadenas de valor agregado
de productos alimenticios, básicamente las denominadas cadenas
agroalimentarias. Dados los nuevos patrones de consumo de la sociedad
colombiana y las nuevas posibilidades de integración a los
mercados internacionales, las exportaciones de bienes procesados de
origen agropecuario, la agroindustria nacional se ha constituido en el
sub-sector industrial de mayor dinamismo económico y con grandes
potencialidades para la exportación en las últimas
décadas (Perico-Echeverry, 1998).
La generación, validación y transferencia de
tecnología agroindustrial permitirá: (i) resolver las
fallas de empaque, embalaje, almacenamiento, manipulación,
transporte y transformación de las materias primas del sector
agropecuario, ya sean frescas o procesadas; e, (ii) incrementar la
eficacia de los controles de calidad de las materias primas y del
proceso de elaboración. Igualmente, se superará la
desinformación, se estandarizarán las normas,
especificaciones y reglamentación de técnicas aplicables,
solicitadas por los consumidores, quienes a medida que crezca su
capacidad adquisitiva, mejorarán su capacidad de consumo
cualitativa y cuantitativamente.
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